Publicado el Viernes, 20 Marzo 2015 09:08
Escrito por Juan Pablo Ronderos – De la consultora abeceb.com
El real no parece detener su marcha negativa, y esto complica el panorama para Argentina. Sin embargo, la noticia más preocupante para nuestra economía es un crecimiento estancado en Brasil, con pronósticos que se deterioran semana a semana. Es que si el principal destino de nuestras ventas al exterior, en particular de productos industriales, sigue sin reaccionar, los problemas locales se verán profundizados.
En estos últimos días el dólar llegó al umbral de 3,29 reales en Brasil, su valor más alto desde abril de 2003, y representando una depreciación de nada menos que 35% en lo que va del año.
Lo que ocurre en Brasil se explica, en primer lugar, por un fenómeno que afecta horizontalmente a toda la economía mundial: la apreciación del dólar a nivel global frente a prácticamente todas las monedas emergentes, e incluso ante el euro, luego del cambio de ciclo en la política monetaria de la FED.
Pero esta situación afecta particularmente a un Brasil que, luego de convertirse en un gran receptor de financiamiento externo, fue uno de los principales perjudicados por los vientos de cambio en los mercados internacionales, de la mano de un escenario que no luce tan auspicioso luego de años con crecimiento bajo, una macroeconomía desordenada, y un debilitamiento de la situación política.
El impacto en la Argentina
Esta situación no es indiferente para Argentina, ya que la moneda que se deprecia es nada menos que la de nuestro mayor socio comercial. En este caso, la depreciación de Brasil se combina además con un tipo de cambio prácticamente fijo en nuestro país como única herramienta antiinflacionaria del gobierno, junto con un diferencial de inflaciones entre los países muy adverso para Argentina.
La resultante es una mejora importante de la competitividad de los productos brasileños frente a los domésticos. Solo como muestra basta mencionar que el tipo de cambio real entre ambas monedas se encuentra hoy en exactamente los mismos niveles en que se encontraba antes de la devaluación propiciada por Juan Carlos Fábrega en enero de 2014.
En el pasado, ajustes de esta magnitud y con esta rapidez en Brasil fueron parte del inicio de problemas domésticos serios. Hoy no parece ser el caso.
Pero tampoco es una situación cómoda. Si bien es cierto que, aun en este contexto, no es esperable una avalancha de importaciones brasileñas debido a que el gobierno mantiene un comercio administrado con trabas y otras barreras, sí es cierto que esta pérdida de competitividad afectará las exportaciones y podría condicionar el desarrollo del entramado local en el futuro.
Pero en especial una economía brasileña en caída significa menos dólares comerciales, menos actividad para sectores que ya vienen golpeados como la industria, más riesgos sobre el empleo y más presiones domésticas para acelerar la devaluación del peso.
Justo en un año en el que el gobierno argentino ha apostado a administrar el día a día, con un ojo puesto en sostener la sensación de estabilidad nominal mediante la acumulación de reservas internacionales, y el otro en el clima social a través de una recuperación de la actividad económica y el sostenimiento del empleo. La situación en Brasil no hace más que tensar la cuerda entre ambos objetivos, que ya de por sí están al límite.
Fuente: Los Andes